viernes, 23 de diciembre de 2016

Angustia

¿Por qué nos angustia la falta de sentido?
¿No podríamos tener bastante con asistir a la maravilla de otro día de sol? Cuentan que, cuando le preguntaron al griego Anaximandro para qué había vivido, replicó: «Para contemplar las estrellas».

Buscamos nuestro sentido porque estamos sumidos en el tiempo, y habituados a pensar en términos de origen y destino. Pero, por lo que respecta al mundo y a nosotros, el tiempo se desdibuja en la penumbra en ambas direcciones. Sentimos el vértigo de dos eternidades que confluyen en nosotros. Sabemos con certeza que, como todas las cosas, tuvimos un principio y tendremos un final. Somos, como dijo Heidegger, seres para la muerte. Pero no podemos resignarnos a esa ley: lo existente tiene vocación de perdurar.

Nuestra presencia es un paréntesis insólito, ínfima excepción en medio de la vastedad de la nada. Más que el porqué, nos inquieta el para qué. Podemos transigir con no saber de dónde venimos: nos basta con estar aquí; pero nos ofende carecer de propósito. Cada instante de gozo y de dolor se perderán para siempre. Nos consolamos con fantasías. Sin embargo, una cosa va con la otra: lo que empieza tiene que acabar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario