sábado, 24 de diciembre de 2016

Verdad

Pensar, como cantar, es ante todo ameno, y, a veces, útil.
Quizá los mejores pensadores sean los poetas, porque ellos han renunciado de antemano a la verdad. O, más bien, a una verdad definitiva. La verdad del poeta son sus palabras, si son sinceras; la frágil belleza de sus palabras, que expresa vislumbres de verdad.

Tal vez la filosofía sea un tipo especial de poesía. Tal vez lo sea también su hija la ciencia. Ambas proclaman la observación y la razón como criterios de verdad. Ambas lo hacen humildemente, admitiendo que sus verdades son limitadas y provisionales. Y por eso permanecen siempre abiertas a la discusión y a la revisión; a la duda metódica, como quiso Descartes.

Esa es su grandeza, que las distingue de las creencias, y en especial de los fanatismos. El fanático no admite ni duda ni provisionalidad. Sus convicciones le han sido dadas de una pieza, acabadas, definitivas, incuestionables. El fanático se pasa de serio y traiciona la poesía del pensamiento. Y cuando impone sus principios a los demás, traiciona a la propia humanidad.  

El filósofo piensa por gusto, pero también por obstinación. Busca las pautas del orden del mundo. Es una empresa poética y, a veces, útil: la verdad os hará libres. Pensar mejor para vivir mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario