viernes, 13 de enero de 2017

La construcción de la dignidad

Hay quien ha planteado la existencia de una moral natural, innata como el color de los ojos.
Se ha discutido mucho sobre si somos malos o buenos por naturaleza.

Me parece una discusión estéril y quizá tendenciosa. La idea de una naturaleza establecida suele servir de coartada para justificar otras cosas discutibles. Está en nuestra condición, indudablemente, buscar comida y seguridad, por ejemplo. Pero imposible saber si tendemos a ser buenos o malos, entre otras cosas porque no todos interpretamos lo mismo bajo esos conceptos.

Lo que parece indiscutible es que somos sociales, es decir, que tenemos la tendencia a asociarnos, a compartir, a competir, a intercambiar… Entre nuestras necesidades, sorprendentemente, están la aceptación, el aprecio y el amor. Para recibir amor tenemos que darlo. En definitiva, la maldad no siempre sale a cuenta.

Pero la bondad va más allá del interés instrumental. No solo necesitamos que nos quieran: también necesitamos querernos. Y ese amor también es condicional. Ansiamos cumplir los requisitos de bondad que nos imponemos nosotros mismos. Eso incluye la dignidad.

La ética es un invento humano; una elección, un proyecto y una lucha. Fundar la fortaleza frente a las debilidades. Requiere convicción y esfuerzo.

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