martes, 31 de enero de 2017

Miedo

Es obligado tener miedo. La vida es difícil y nosotros vulnerables.
Pero el miedo debería inspirarnos para sobrepasarlo y fundar el coraje. De lo contrario solo redunda en la impotencia, o, como lo definía Spinoza, una tristeza inconstante. Hay que trascender el miedo o naufragar en él.

El principal antídoto del miedo quizá no sea, como dice J. A. Marina, la esperanza (que Spinoza consideraba compañera inseparable del miedo), sino la sensación de control. En el paradigma que Seligman llamó indefensión aprendida, lo que se aprende es que uno no puede evitar el dolor, haga lo que haga. Nada resulta tan demoledor para la voluntad, y no es extraño que el ser asediado de ese modo tienda a autodestruirse.

Comprender es una manera de conquistar control. Por eso preferimos una mala explicación a la incertidumbre. Y por eso las creencias son guaridas tan frecuentadas contra el miedo. Los rituales escenifican un control imaginario con tal fuerza que cuenta como real.

Pero lo mejor es mantener la lucidez y actuar. Retirarnos ante lo que nos sobrepasa (si podemos) y enfrentarnos cuando nos creamos capaces. Prepararse contra los inconvenientes para que, si nos vencen, no sea por incautos. Plantarle cara al miedo es ya derrotarlo.

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