viernes, 10 de febrero de 2017

El color del cristal

Sabemos que no todo es según el color del cristal con que se mira.
Hay cosas inapelables, y en esto se equivocaron los estoicos. Sin embargo, para muchas se cumple la máxima de Epicteto: «No nos perturban las cosas, sino las opiniones que de ellas tenemos». Habría que poner cuidado, entonces, en que el cristal esté limpio (para conocer) y tenga el mejor color (para actuar). Conocer para vivir (bien).

Tenemos que educar la mirada, ponerla de nuestra parte. No se trata de que nos sucedan grandes cosas. Las grandes cosas ―¿y por qué son grandes?― están ahí a cada momento; lo que marca la diferencia es ser capaz de distinguir su silueta escondida entre las rayas. A veces hay que cambiar de anteojos.

Y trocarlos sería algo así como darle un voto de confianza al cosmos. Nadie garantiza que el mundo pueda ser mejor, que logremos ser felices. Tal vez encontremos más avales para lo contrario. Sin embargo, ¿qué es lo que agrupa nuestras fuerzas y nos proyecta hacia el futuro? ¿El lamento, el reniego? Solo porque se cree se construye. Cuando concebimos lo insólito como posible, pasa a convertirse en proyecto; se afirma, se trabaja, se toma en serio, y entonces, si hay suerte y fervor, se convierte en realidad.

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