La vida es una comediante que siempre nos toma el pelo.
Mientras recorremos sus caminos, creemos elegir, y a menudo es ella la que nos
elige, conduciéndonos a parajes inesperados. Otras veces, por el contrario, impugna
nuestros deseos, por mucho esfuerzo o devoción que demostremos.
Al mismo tiempo
que nos inventamos en cada paso, la vida nos inventa por su lado. Hay quien
cree que en ese devenir hay un plan, y concibe a los dioses. Otros pensamos que
las pautas del destino son solo un puñado de leyes que rigen la materia en el
tiempo, dentro de las cuales todo se mueve al azar.
Causas y azares. Las partículas giran, se aproximan, se alejan, chocan... El vuelo de una mariposa
puede provocar una tormenta, pero también puede ser que no lo haga, no existe
un código que permita descifrar el vuelo de las mariposas. Lo que predomina es
la incertidumbre. Todo parece ir en una determinada dirección y de pronto algo
imprevisto se entromete ―tal vez una mariposa― y la dirección cambia. Creíamos
que ganaríamos y perdemos; estábamos convencidos de que perderíamos, y ganamos:
quizá no lo que esperábamos, quizá otra cosa. En cierto modo, siempre ganamos y
perdemos, puesto que las cosas siempre podrían ser peores y mejores. Hay que
asentir y reír.
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