viernes, 21 de abril de 2017

Objetos

Ya nuestros antepasados del Paleolítico adornaban su vida con objetos;
la humanidad surge de ese encuentro de la materia y la inteligencia. Nuestra vida está hecha de cosas, útiles o bellas, que nos acompañan y nos delimitan. Creamos objetos para manejar el mundo, pero luego ellos pasan a configurar un mundo por sí mismos: con sus funciones, con sus significados.

Las cosas que nos envuelven tienen su propia poesía. El apoyo que nos brindan los convierte en amigos, y cuando se estropean nos sentimos abandonados, traicionados. Hay objetos que investimos de poder: la magia buena de los amuletos, las malas vibraciones de una estancia que no nos gusta visitar. El animismo los dota de conciencia e intención, los humaniza. Y muchos objetos nos influyen con la potencia creadora de los símbolos: evocan al ausente, representan una idea.

Los objetos, portadores de valor, intervienen en nuestras relaciones: los cuidamos como mascotas, los intercambiamos, los regalamos… Los niños se apasionan especialmente con sus cosas, que los acompañan y los protegen. El mundo humano es un ecosistema de personas y artefactos. Su acumulación es un lujo, y por tanto señal de estatus; pero también puede robar sitio a las personas hasta convertirse en una enfermedad.

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