viernes, 5 de mayo de 2017

Descanso del dolor

¡Qué bien se está cuando se está bien!
Para entender de verdad el significado de ese proverbio, uno tiene que haber conocido lo que es el malestar, y luego haberse escabullido de sus garras. Un dolor de cabeza, o de muelas, o de rodilla ―esos dolores que rebosan―, de pronto se detiene inesperadamente y nos da un respiro.

Es estremecedor ese instante de atenuación súbita, como cuando enmudece un ruido ensordecedor. Aún flotan en el aire los ecos de nuestros quejidos, pero es cierto que ya no está, y es tan grande ese alivio que no podemos entenderlo, solo suspirar y expresar nuestro estupor. Así es el dolor: cuando está, parece ilimitado; cuando cesa, parece inconcebible.

La felicidad brota entonces como un manantial asombroso. Y sin embargo la olvidaremos, porque estamos hechos para acostumbrarnos a ella de inmediato. Se nos olvidará ―por suerte― el dolor, nos parecerá remoto e improbable, como si le hubiese sucedido a otro. Pero también olvidaremos ―y no deberíamos― el milagro de su interrupción. Volverán las incomodidades. Ya no estaremos tan bien, incluso puede que pronto estemos francamente mal, sin recordar que por un instante entrevimos el cielo, porque comprendimos que eso es la vida cuando el dolor la deja en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario