Es bueno el tesón. Es bueno no darse por vencido en lo
que importa. Pero a veces hay que dar un rodeo. A veces hay que retirarse para
no ser derrotado definitivamente. Las victorias importantes suelen ser fruto de
una fiel persistencia, pero no obcecada, sino inteligente y realista. A la vida
hay que seducirla.
¿Y cómo perseverar, cuando todo parece en
contra de nosotros, cuando la meta se antoja tan remota e inalcanzable que
abandonar parece lo único sensato? Resignarse es siempre una opción, y a veces
la más realista y la más justa; y si sufrimos por ello, de todos modos hay que
sufrir. Pero algunas cosas son irrenunciables, o deberían serlo, y merecen
nuestro esfuerzo, aun siendo en balde: merecen el riesgo de que les entreguemos
todo y no logremos nada. Puede suceder por necesidad, por principios o por
desesperación (todo viene a ser lo mismo), pero a veces hay que responder, a
veces no se puede renunciar.
En tal caso, preparémonos
bien, dejémonos enseñar, tengamos la humildad de reconocer que tal vez haya
cosas demasiado valiosas para que cuente si las queremos o las merecemos, cosas
fuera de las cuales no hay dignidad posible: en ese caso, la renuncia no es una
opción, y lo que corresponde es perseverar.
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