viernes, 16 de junio de 2017

Abuso del símbolo

Tenemos una curiosa tendencia a la ontología de los símbolos (conferir a lo imaginario cualidades de real) y, a la vez, a cosificar lo humano.
Son dos procesos paralelos, que en el fondo actúan en la misma dirección: deshumanizarnos. Lo imaginario se hincha mientras impone su propia lógica, aplastando al individuo real.

El dinero es un paradigma de cómo un mero instrumento simbólico acaba cobrando entidad propia y sometiendo a su inventor. Por supuesto, el problema no reside en el dinero en sí, sino en un sistema social perverso que lo concentra, junto al poder y como poder, en unas pocas manos. El dinero no nos hace ricos: es el valor que le dan los demás a la riqueza que simboliza lo que se procura acaparar.

Otro ejemplo es el nacionalismo; salvando las distancias, su lógica es similar. La nación, alegoría tribal sostenida con símbolos (tradiciones, lenguas, banderas, mitos…), acaba cobrando dimensiones cósmicas: muchos la ven como una esencia, una Forma platónica superior al individuo, quien solo posee dignidad en la medida en que es ungido por la de la nación. En su nombre, una minoría somete arbitrariamente a una mayoría, le despoja de derechos y le impone un modelo uniforme. Lo imaginario aplasta lo real.

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