viernes, 9 de junio de 2017

Koyaanisqatsi

Esa hermosa palabra, en el idioma de los indios Hopi, significa algo así como vida desaforada,
un tipo de vida desquiciada que hay que cambiar urgentemente. La conocimos por el título de la soberbia película documental de Godfrey Reggio, en la que nos sometía al contraste entre los profundos silencios de la naturaleza y el delirante estilo de vida de nuestras ciudades.

A menudo me la repito: cuando me abro paso a empellones entre las multitudes cargadas de bolsas en los centros comerciales; o me veo atrapado en un embotellamiento; o no tengo tiempo para estar con mi hijo; o tropiezo con montones de basura amontonados por las calles; o aparto bolsas y papeles al caminar por las aceras, plagadas de orín y excrementos de perros.

Nos hemos convertido en un peligro para nuestro mundo: provocamos la extinción de la vida, esquilmamos los recursos; llenamos la tierra, el mar y el aire de contaminantes y basuras. Se ha dicho que somos el homo detritus. Pero eso se queda corto. Somos también el homo neuroticus: hemos hecho de nuestra vida un pozo de estrés y extravío, al perder de vista lo realmente importante. Hemos reducido el ser al tener, el trabajar al producir, el disfrutar al consumir. Malvivimos sometidos. Koyaanisqatsi: corrijamos.

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