domingo, 16 de julio de 2017

Vivir es perder

Vivir es perder.
Lo escribe Comte-Sponville citando a François George. Tenemos que repetírnoslo, porque lo olvidamos fácilmente, porque nos acomodamos demasiado deprisa en lo que amamos (nosotros incluidos), perdiendo de vista que es siempre algo transitorio; que la existencia es cambio porque es tiempo que pasa, como nos recuerdan los budistas; que para que algo empiece todo tiene que terminar.

Esa es la clave: vivir es perder porque tenemos algo, ya que solo se pierde lo que se tiene. Nos duele perder ―y con razón: ¿cómo evitarlo?―, pero pocas veces nos paramos a pensar en el extraordinario privilegio que implica haber poseído previamente lo que perdemos. Eso, que debería ser motivo de alegría, puesto que lo tenemos ―¿cuántos no lo tuvieron?―, nos llega impregnado de pena por el hecho de que haya de acabar.

Buda tenía razón: el problema es el apego. Pero, ¿cómo no apegarse, aunque solo sea un poco, aunque solo sea en lo más profundo? Amar, como desear, surge con vocación de durar. La pérdida interrumpe nuestro idilio con el mundo, y nos recuerda que es nuestro por muy poco tiempo. Si procuramos tener presente esa verdad, tal vez suframos de todos modos; pero un sufrimiento esperado, familiar, suele doler menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario