jueves, 10 de agosto de 2017

Descansar de nosotros mismos

Cada nueva persona es una nueva oportunidad de intercambio, de rol, de comportamiento y de ensueño.
Cada entorno nos da pie a ser nuevos y distintos, o a actuar como si lo fuéramos. ¿Por qué, entonces, tendemos a parecernos siempre tanto a nosotros mismos? ¿Por qué, a pesar nuestro, cuesta tanto cambiar?

Sin duda, hay en nosotros una insistencia en recrearnos, y una resistencia a alejarnos demasiado de lo que hemos decidido que somos. Eso sugiere estabilidad, condición para no sentirnos locos, y previsibilidad, requisito para que no nos tomen por ello los otros. Identidad es justamente eso: obstinarse en parecerse a uno mismo. La consistencia de nuestro yo se apoya en la linealidad narrativa: sentirnos consecuencia de un pasado, perspectivas de una meta y parte de un proyecto.

Bien está: no podemos vivir sin saber quiénes somos. Sin embargo, vale la pena no serlo demasiado, o descansar de serlo. ¡Qué saludable nos resultaría poder tomarnos vacaciones de nosotros mismos, de vez en cuando! Quizá salgamos de viaje con esa secreta esperanza. Quizá por eso necesitemos a veces una nueva persona, un nuevo entorno, una nueva ocupación. Repetir lo habitual es seguridad, pero no solo de seguridad vive el hombre: también quiere sentirse libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario