miércoles, 29 de noviembre de 2017

Responsabilidad

A menudo nos confundimos, o nos queremos confundir, entre nuestras responsabilidades y las ajenas.
Responsabilidad viene de responder, es decir, de estar dispuesto a dar cuenta de nuestros actos. 

   La responsabilidad emana de la libertad ―¿qué responsabilidad podría tener un sometido?―, y por eso Sartre la situó en el centro de su moral: quien no asume su ineluctable libertad está demostrando mala fe, esto es, está eludiendo la responsabilidad de sus actos y achacándosela, de modo espurio, a algo exterior: a la sociedad, a su infeliz infancia, a cualquier limitación que pueda exonerarlo.

Requiere un esfuerzo deliberado admitir sin trampas las propias responsabilidades. Nuestra tendencia habitual es, precisamente, endosárselas a otros. Así mantenemos a salvo nuestro concepto de nosotros mismos ―tan frágil en el fondo― y nuestro prestigio ante los demás. La responsabilidad da mucho trabajo ―tarea de lucidez, pero también de entereza para no sucumbir ante nuestros descuidos―: es tentador transferir ese trabajo a los demás, o al mundo entero, que tanto nos limita. Pero al hacernos cargo de lo que es nuestro, tenemos la oportunidad de crecer, de ganar en conciencia, en humildad, en valentía, en integridad. Solo desde la responsabilidad aprendemos.

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