viernes, 1 de diciembre de 2017

Crueles

Hay personas crueles, o, si se quiere, personas que cultivan con esmero la crueldad.
Son diestras detectoras de los errores y las vulnerabilidades de los otros, que aprovechan sin piedad para volver en su contra y aplastarlos. 

    Suelen ser hábiles parapetándose tras una supuesta defensa frente a los infames ―que solemos ser todos los demás―, o, con perversión más refinada, presentándose como adalides de abstracciones como la ética o la justicia ―lo cual es otra crueldad, ya que lleva implícito el reproche de que los demás no somos lo suficientemente éticos o justos―. 

    Su menosprecio pasa por alto, con interesado maniqueísmo, el desamparo y la ignorancia, el dolor de las heridas que se arrastran, la compasiva oportunidad de rectificación. Pero convencer es para ellas secundario, lo que quieren es vencer: humillar.

Asistimos estupefactos a su encarnación de Némesis, nos esforzamos por entenderlas. Pero preguntarse por la causa que las motiva a la crueldad es incierto y seguramente estéril. ¿Una infancia difícil? ¿Y cuál no lo es? ¿Una vida de frustraciones? ¿Y quién no las ha padecido? Sartre nos recordaría que eligen libremente. Es más esclarecedor constatar sus ganancias en el teatro humano: acopio de poder, de superioridad, quizá de seguridad. Sobre todo hay que prevenirse de ellas.

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