martes, 7 de noviembre de 2017

Verdad y vida

¿Hay algo más importante que la verdad? Desde luego: vivir.
Y la verdad no es siempre lo que más nos apoya frente a la vida, al menos a corto plazo, cuando lo que cuenta es sobrevivir. 

    Pero eso no justifica la falsedad: solo ayuda a comprenderla. A veces una mentira oportuna puede salvar una vida; sin ir tan lejos, puede evitar un dolor innecesario. ¿Cómo negarle legitimidad? Sin embargo, puede no ser un recurso tan inteligente si se lleva por delante una parte de nuestra dignidad, o si nos sume en una espiral de mentiras que acabará con nosotros. Hay que tener presente qué parte de nuestra alma estamos vendiendo en cada pacto con el diablo, que es especialista en que salgamos perdiendo.

Los cuentos nos avisan que la magia siempre tiene un alto precio: yo creo que es el precio de la autenticidad, puesto que la magia se basa en el truco. La mentira suele servir para escabullirse de momento, pero, ¿qué será de nosotros después? ¿No seguirá pendiente el reto, no permanecerá sin resolver? Para quien mira lejos, la verdad suele ser la mejor opción: la más ética, porque nos dignifica y despierta la confianza ajena. Y porque es cierto que nos hace libres: libres de nuestros sórdidos laberintos. Spinoza consideraría la verdad, en general, una potencia; y la falsedad, a menudo, una tristeza.

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