martes, 5 de diciembre de 2017

Misericordia

¿Por qué la misericordia es una virtud?
Porque es buena y difícil. Porque no se otorga por merecimiento, ni por razones, ni por justicia. Se dispensa a menudo contra ideas o normas, por pura generosidad, por esa simple compasión que nos inspira la precariedad, la vulnerabilidad, la contradicción de la vida humana, que vemos en los otros y sabemos en nosotros.

La misericordia prefiere amar a juzgar. «Misericordia para todos», reclama Comte-Sponville. Porque la vida es difícil y vamos a morir; porque los principios son fulgentes pero fríos, cuando se toman al margen del temblor de la carne y la presencia. Porque todos tenemos deseos y amores, que el mundo ignora o contraría; y tesoros perdidos en la arena, y sueños que languidecen tras la niebla. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra: eso es una lección de misericordia.

La misericordia nos recuerda que la ética es una ardua tarea, que la motivación es compleja, y los actos humanos surgen de una intrincada trama de equilibrios y vacilaciones. Somos seres sufrientes que hacen daño al intentar zafarse del dolor. La misericordia vislumbra esa herida profunda y le ofrece otra oportunidad. No reniega del deber ni necesita aprobarlo todo: le basta con poner por delante a la persona.

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