sábado, 6 de enero de 2018

Cuando no amamos

Nos cuesta poco amar a la humanidad, ese amor abstracto que los griegos llamaban ágape. Una devoción tan afable como poco personal. En cuanto alguien sale del anonimato y se desmarca de la multitud, las emociones toman partido. A veces amamos, otras no.

Amar nos pide muchas cosas, pero no reflexionar: nos basta y sobra con vivir. El amor, como dijo Spinoza, es una alegría; cabe añadir: incluso cuando duele. Camus preguntaba si la vida merece la pena de ser vivida: el que ama no entiende la pregunta. La vida sin amor, en cambio, sería insoportable, tal vez porque, como apunta Fromm, solo él nos salva de residir solos, recluidos en nuestra individualidad.

Pero cuando no amamos hay que hacer algo al respecto. El rechazo es un desafío ético, lleno de candentes preguntas. ¿Por qué no queremos a esa persona? A menudo no lo sabemos; entonces tenemos que inventarlo, destacando lo que en ella nos resulta molesto, sospechando malas intenciones, coleccionando agravios cada vez más imperdonables… En general se trata de excusas; su único pecado sería tomarlas muy a pecho. ¿Seremos capaces de no amar sin por ello tener que odiar? Como nosotros, los demás aman, sufren y morirán. Vive y deja vivir.

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