viernes, 12 de enero de 2018

Dignidad

La dignidad es una cualidad arbitraria, un valor que concebimos al atribuirlo.
Tiene algo de admiración, de reconocimiento y encomio de una grandeza que tal vez no sepamos definir, pero que sentimos claramente. 

  Tiene también algo de voluntad: hemos optado por considerarnos dignos. En esto se parece a los derechos, que son también el fruto de una elección humana: precisamente, la elección de honrar la dignidad.

Una persona pobre que lucha para sacar adelante a sus hijos nos parece digna porque defiende con valentía lo que ama; una persona honrada, porque tiene la entereza de vivir según sus principios. La valentía, la entrega, la honradez, la entereza, son cualidades que hemos decidido considerar valiosas, que nos inspiran admiración y respeto: son virtudes. Por tanto, la dignidad tiene que ver con la virtud, del mismo modo que la indignidad se corresponde con la mezquindad. El mezquino es un miserable porque vive en la miseria moral, porque no posee la riqueza de la dignidad. 

Y, aun así, incluso al ruin, incluso al criminal, podemos reconocerles una dignidad fundamental y universal: la de ser humanos. Honramos en ellos lo que hemos decidido honrar en todos: la capacidad de conquistar lo valioso, la posibilidad de que ya lo posean y solo falte descubrirlo.

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