viernes, 9 de marzo de 2018

Filosofía a sonrisas

El humor nos ayuda a aguantar la vida y a soportarnos entre nosotros.
Seguramente mejoraría también la filosofía: tal vez ayudara a pensar de un modo más ligero, más fresco, más atractivo. 

    Lo cual sería mucho, ya que lo arduo cansa, lo serio deprime, y lo árido aburre: tres molestias que me encantaría ahorrarle al amable lector, que ya se las encontrará de sobras en su vida, y evitármelas a mí mismo de paso, que soy mi lector más asiduo que sepa.

Creo que Montaigne hizo un sincero esfuerzo en esta línea. Empezó escribiendo para sí, como un modo de ordenar y enriquecer ideas; y acabó escribiendo de sí mismo para los demás, aunque no lo reconociera. Consiguió una obra sincera y amena como pocas, en la que podemos mirarnos como en un espejo limpio de retóricas o alambicadas disquisiciones.

Marx reprochó a los filósofos haber pensado mucho sobre la vida en lugar de esforzarse por cambiarla. Nietzsche se propuso precisamente usar la filosofía como ariete, como arma arrojadiza contra una sociedad caduca. Por eso decía que filosofaba a martillazos. ¿Por qué no intentar filosofar a carcajadas? O, si se quiere, más modesto: a sonrisas. Cuando haya ánimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario