martes, 17 de abril de 2018

Ciencia y creencia

Ya hace tiempo que se concluyó que la verdad no es nunca demostrable, ni, por tanto, definitiva.
El camino de la verdad ―siempre provisional, parcial, inacabada― empieza por descartar de nuestras convicciones aquellas cuya falsedad no se puede demostrar, es decir, las que no pueden ponerse a prueba mediante la lógica y la observación empírica. 

    La verdad es ciencia porque no se han encontrado pruebas de lo contrario, aun pudiendo hacerlo. Todo enunciado de verdad, por tanto, debe llevar implícita su contraparte de falsedad, o, como la llaman los científicos, su hipótesis alternativa. Consideramos cierto el Big bang porque aún no se ha encontrado ninguna galaxia que no se esté alejando del conjunto, y la evolución porque no se han encontrado restos humanos de la época de los dinosaurios.

Pero la verdad afecta solo a una pequeña parte de la vida de cada cual, y quizá no la más decisiva. ¿Qué verdades podemos sostener sobre nuestras relaciones con los demás, o sobre nuestro futuro personal? Ese es el territorio de la creencia, ineludible por otra parte, puesto que no podemos evitar buscar explicaciones que compensen nuestra incertidumbre. Las creencias son respetables siempre que las sostengamos con humildad y sin dejar de cuestionarlas. Y nunca valen una batalla.

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