viernes, 20 de abril de 2018

Descansar de los demás

Los demás dan mucho trabajo.
Hay que dedicarles atención y paciencia; hay que convencerles, seducirles, esperarles, insistirles, contenerles… A menudo hay que resistirse a sus requerimientos. Hay que dedicarles el amor y la decepción. Hay que competir y luchar con ellos. Y todo eso de forma cambiante e inestable, puesto que no hay nada más voluble y tornadizo que esa caótica nube de recuerdos y expectativas, deseos y esperanzas que es un ser humano.
  
No es de extrañar que Sartre opinara que el infierno son los otros. En cualquier caso, se trata de un infierno ineludible: tanto, que en él caben también todos los cielos. Eso no quita que nos convenga tomarnos un respiro de vez en cuando. La soledad y el silencio, que nos parecen naufragios y solemos llenar de nostalgias, pueden ofrecer la oportunidad de repararnos, de tomar nuevas fuerzas, de vislumbrar significados inéditos antes del reencuentro.

Retirarse es como ganar perspectiva sobre el abigarrado mundo de los vínculos. En la distancia, a veces, se concibe con más acierto la medida de las cosas. La convivencia es un sano ejercicio de vida; la soledad es un sabio ejercicio de restitución. Ambas plantean sus desafíos, y ninguna ofrece garantías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario