miércoles, 4 de abril de 2018

Hacerse una limonada

Tienen suerte los que saben encarar cada situación de la vida como una oportunidad:
si no para disfrutar, al menos para aprender ―que es disfrutar también―.

Se dirá que pensar siempre así no deja de ser una componenda, un tanto artificiosa. En las ocasiones felices, el gozo viene solo: no necesita interpretaciones. Solo la adversidad requiere una justificación: porque agravia y sobra; porque jamás se comprende del todo.

Y hay, en efecto, coartadas que tienen sabor a excusa tomada por los pelos, como considerar que las desdichas nos limpian el mal karma, o nos ponen a prueba para sacar lo mejor de nosotros. A nadie le gusta sufrir, por mucho que ansíe hacerse más diestro o más fuerte. Sin embargo, admitido lo bien que se está cuando se está bien, me parece que entender los problemas como ocasiones para aprender resulta bastante inteligente. 

Porque además es verdad. Al fin y al cabo, siempre habrá contrariedades: encararlas desde la utilidad es como usar el palo que nos han tirado para construir una palanca, o, como dice el refrán, un limón para hacerse una limonada, en lugar de limitarnos a compadecernos o a despotricar. Tampoco se trata de ir buscando problemas o reclamando trabas, pero, cuando nos alcanzan, lo sabio es sacarles partido.

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