Tienen suerte los que saben encarar cada situación de la
vida como una oportunidad: si no para disfrutar, al menos para aprender ―que es
disfrutar también―.
Se dirá que pensar siempre así no deja de ser
una componenda, un tanto artificiosa. En las ocasiones felices, el gozo viene
solo: no necesita interpretaciones. Solo la adversidad requiere una justificación:
porque agravia y sobra; porque jamás se comprende del todo.
Y hay, en efecto, coartadas
que tienen sabor a excusa tomada por los pelos, como considerar que las desdichas
nos limpian el mal karma, o nos ponen a prueba para sacar lo mejor de nosotros.
A nadie le gusta sufrir, por mucho que ansíe hacerse más diestro o más fuerte.
Sin embargo, admitido lo bien que se está cuando se está bien, me parece que
entender los problemas como ocasiones para aprender resulta bastante inteligente.
Porque además es verdad. Al fin y al cabo, siempre habrá contrariedades:
encararlas desde la utilidad es como usar el palo que nos han tirado para
construir una palanca, o, como dice el refrán, un limón para hacerse una
limonada, en lugar de limitarnos a compadecernos o a despotricar. Tampoco se
trata de ir buscando problemas o reclamando trabas, pero, cuando nos alcanzan, lo
sabio es sacarles partido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario