No siempre querremos ni nos querrán, como no siempre
seremos buenos y dignos. Tenemos que aceptar esas limitaciones que, a pesar de
nuestros sueños de perfección, nos recuerdan cuán incompletos estamos y estaremos
siempre, lo poco que nos parecemos a los héroes y a los sabios.
«Yo quería volar… pero no puedo», admite con
pesar el protagonista de la película Mr.
Jones, aquejado por un síndrome maníaco-depresivo, y tal vez no se dé
cuenta de que ese duelo por la aceptación de lo imposible es su más segura
señal de curación. Querer y no poder es uno de los meollos de la condición
humana, y afrontarlo es signo de madurez y la puerta a la verdadera
realización, a la alegría de las cosas que sí podemos. Mr. Jones, como diría
Comte-Sponville, ha renunciado a la amargura de la esperanza, que nos condena a
lo imaginario, para sustituirla por la amargura de la realidad, que es todo lo
que tenemos.
Hay que aprender del duelo
de Mr. Jones: yo quería amar, o al menos amar más, o ser más amado… pero no
puedo; yo quería vivir sin ninguna inquietud, yo anhelaba ser siempre sosegado y
sabio, yo soñaba tener soluciones para todo… pero no puedo. Ese no poder es una
tristeza, pero aceptarlo es una gran alegría.

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