martes, 8 de mayo de 2018

Obstinaciones

Cada cual, a veces sin querer, persiste en su proyecto: sea de creación o de destrucción, sea de comedia o de tragedia.
Quizá lo hagamos porque necesitamos sentir que somos algo, porque de lo contrario nos diluiríamos en un marasmo irrespirable. O tal vez sea, simplemente, que no sabemos hacer otra cosa, que no podemos concebirnos de otra manera, que hay fuerzas en nosotros que a la larga pueden a nuestra voluntad.

Hubo un momento en que concebimos un destino, creímos que era el nuestro y ya todo en nosotros se volcó, desde entonces, en realizarlo. En cierto modo, quedamos atrapados en nuestro relato.

Solo así me explico que muchos insistamos una y otra vez en actuar de modos que nos hacen mal y que devastan nuestro alrededor. Como polillas, nos lanzamos, sin saberlo o sin saber por qué, al fuego que nos consume. De poco sirven las voces que avisan, las manos bienintencionadas que intentan retenernos. Tal vez creamos que algo nos arrastra, y a veces es cierto; pero casi siempre el impulso nos salió de dentro, como un designio minucioso e incuestionable. Casi siempre pudimos elegir, casi siempre alguien quiso salvarnos, pero para algunos ¡ay! la llamada del fuego es irresistible, y no descansamos hasta arder.

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