martes, 22 de mayo de 2018

Sin suelo

Mal que bien, nos las arreglamos para ir avanzando
por la jungla cotidiana, y, aunque nos falta empuje y nos tiemblan las manos, aunque no acabamos de verle el color al paisaje, aunque nos inquieta ese páramo sombrío en que se ha convertido el futuro, conseguimos llegar enteros a la otra orilla de cada día, la ribera de las sábanas en las que nos desmadejamos agotados y agradecidos por la bondad de haber salido ilesos una jornada más. 

    Y conseguimos mirar con esperanza lo que no podemos mirar con confianza, y sacarle algo bueno a lo que nos desgasta, y tolerar lo que no podemos amar. Y hasta a ratos nos reímos, y hasta sacamos ternura para hacerle un comentario amable al conocido con quien nos cruzamos, y hasta nos entregamos al trabajo con ilusión por hacerlo bien, y hasta aguantamos estoicamente la furia con que el trabajo parasita nuestro tiempo, y a veces hasta le robamos tiempo al tiempo para algún pequeño disfrute.

Aguantamos, a menudo con dignidad: somos héroes cotidianos. Pero los esfuerzos no se hacen en balde. Un día que nos parece igual que otro, que nos pilla con la guardia bajada y sin razón particular para la inquietud, de repente nos falta el suelo bajo los pies y sucumbimos en un pozo de infinita tristeza, y nos preguntamos, como Sabina, quién nos ha robado el mes de abril. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario