Lo astuto no es no cometer errores, sino ser capaz de
sacarles partido para avanzar. El peón está bien perdido cuando sirve al rey.
Es imposible no equivocarse cuando uno se arriesga, y es improbable ganar sin
arriesgarse. El error tiene que ser, ante todo, una escuela de entereza; y
además, un aprendizaje sobre nosotros mismos: sobre nuestros puntos débiles y
sobre las fortalezas de nuestros puntos débiles.
Lo inteligente es aprender siempre, aunque
solo sea un poco. Sacar algo de entre las ruinas. Y el error es la puerta del
aprendizaje, porque nos obliga a inventar. A concebir escenarios más atrevidos,
perspectivas insólitas en las que la pérdida constituya una ventaja.
El exitoso es monótono,
confiado y soberbio, y ese es su peor error. Porque mientras se acomoda en su
victoria, el caído se levanta, se esfuerza, se desliza avanzando a su sombra. Las
especies asentadas son las más vulnerables, porque no evolucionan. Los troyanos
se creyeron su victoria antes de tiempo, y deberían haber sospechado de un
caballo tan perfecto, tan rendido, tan regalado. Ulises supo aprovechar la hubris, la complacencia precipitada del
enemigo, simulando la derrota propia para conseguir la ajena. Para el que persiste,
la debilidad y el error son otras formas de la oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario