viernes, 29 de junio de 2018

Triunfos del error

Lo astuto no es no cometer errores, sino ser capaz de sacarles partido para avanzar.
El peón está bien perdido cuando sirve al rey. 

    Es imposible no equivocarse cuando uno se arriesga, y es improbable ganar sin arriesgarse. El error tiene que ser, ante todo, una escuela de entereza; y además, un aprendizaje sobre nosotros mismos: sobre nuestros puntos débiles y sobre las fortalezas de nuestros puntos débiles.

Lo inteligente es aprender siempre, aunque solo sea un poco. Sacar algo de entre las ruinas. Y el error es la puerta del aprendizaje, porque nos obliga a inventar. A concebir escenarios más atrevidos, perspectivas insólitas en las que la pérdida constituya una ventaja.

El exitoso es monótono, confiado y soberbio, y ese es su peor error. Porque mientras se acomoda en su victoria, el caído se levanta, se esfuerza, se desliza avanzando a su sombra. Las especies asentadas son las más vulnerables, porque no evolucionan. Los troyanos se creyeron su victoria antes de tiempo, y deberían haber sospechado de un caballo tan perfecto, tan rendido, tan regalado. Ulises supo aprovechar la hubris, la complacencia precipitada del enemigo, simulando la derrota propia para conseguir la ajena. Para el que persiste, la debilidad y el error son otras formas de la oportunidad.

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