martes, 21 de agosto de 2018

Abrir camino

Los antiguos tenían mucha confianza en la voluntad, y cuando no les funcionaba les echaban la culpa a los dioses. Hoy sabemos que nuestra voluntad, sujeta a montones de condicionamientos y presiones, es más bien frágil. 

    Solemos saber lo que queremos, o lo que querríamos querer, pero nos sirve de poco cuando se impone lo que quieren los genes, los hábitos o los instintos. Por si fuera poco, ahí está el contexto social para plantear sus propios requisitos, que más nos vale tener en cuenta si no queremos quedar en mal lugar ante la tribu.

Como la voluntad es el poder ejecutivo de la libertad, todas estas limitaciones implican que no somos tan libres como nos gustaría creer. Ahí está, sin ir más lejos, la droga. Y, sin embargo, aún lo somos, nos recuerda Sartre; al menos a veces, al menos un poco…, lo suficiente como para que no tengamos derecho a parapetarnos detrás del determinismo (¡Así es como soy!, o ¡Así es la vida!), y para que no podamos renunciar del todo a la responsabilidad.

Nuestra voluntad será endeble, pero es lo que tenemos para realizar el proyecto de nosotros mismos. Podemos convocar a nuestro favor a los que nos quieren, y consultar a los que saben… pero en última instancia a nosotros nos corresponde recorrer el camino. Y al hacerlo lo abrimos, también, para los demás.

A quien está ahí, luchando...
Que me sirva de ejemplo.
A los que se abandonan o se rinden...
para que vuelvan a luchar.

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