Los tópicos son necesarios porque nos permiten componer
una sabiduría ―o una ignorancia― compartida. Como las frases hechas, los refranes o el
propio lenguaje, nos dotan de un código colectivo que nos permite comunicarnos.
La comunicación es, mayormente, repasar lo compartido, que sirve de soporte al
estar juntos y a la cooperación, ya que establece un territorio común,
familiar, del que sentimos que formamos parte.
Los tópicos abarcan nuestras ilusiones y
nuestras preocupaciones, nuestros valores e intereses. Son mediadores de la
realidad, ya que nos guían en el acceso a ella y nos influyen en nuestro modo
de encararla. Los tópicos definen lo que es socialmente importante, divertido o
interesante, inadmisible o admirable. Cada cual los consulta para orientarse y
los usa para relacionarse.
Los medios de comunicación,
al crear un estado de opinión y extenderlo, son grandes fundadores de tópicos.
Sin embargo, buena parte de los tópicos surgen en el rincón más inesperado y
evolucionan por contagio, como los virus. Algunos duran poco, otros prosperan y
nos los encontramos en todas las conversaciones. Su persistencia puede resultar
fastidiosa, pero sin duda juega un papel: marcan el signo de los tiempos y las
modas, y son la base para toda creatividad.
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