miércoles, 24 de octubre de 2018

Lo privado y lo público

Luc Ferry opina que la política, la res publica, debería responder a las metas y los valores privados.
  En cierto modo es obvio: si la política no sirve a los individuos, ¿a quién sirve? 

    Ferry hace bien en deslegitimar los relatos tradicionales de la Nación, la República o la Revolución: la legitimidad de todas ellas procede de los individuos y nunca puede superponerse a ellos, sujetos del derecho, como ha sucedido, y sucede todavía con los nacionalismos. La plaza pública es el encuentro de los individuos libres, iguales y cooperadores.

Pero pretender volcar lo privado en lo público es a la vez ingenuo y peligroso. Los intereses y las metas individuales no coinciden, sobre todo entre clases. Si lo público es el ámbito del pacto social, habrá que ceñirse a lo común, canalizar la tensión inevitable entre opuestos y regular con normas las diferencias de poder.

Lo público no tiene que imbuirse de lo privado, sino abrazarlo y trascenderlo. La plaza pública tiene que ser la arena del proyecto colectivo, dialéctico y cambiante, pero dentro de un marco que contenga al poderoso y proteja al desvalido. Ni la religión, ni los sentimientos, ni las identidades deberían desembarcar en la plaza pública. Allí hay que discutir de valores compartidos, como la igualdad y la justicia. Lo demás, en casa.

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