martes, 20 de noviembre de 2018

Locura

Una cosa inesperada es una curiosidad. Pero un aluvión de hechos inesperados formaría una pesadilla.

Tal vez la locura sea una incertidumbre a la que no se le ve el final, como en esos espejos que se reflejan mutuamente hasta el infinito. Una confusión sin asideros, un tumulto sin cuartel, una penumbra sin forma. Tal vez el loco no logre descifrar el espectáculo del mundo. ¿Es soportable la extrañeza absoluta? ¿Podemos aguantar por mucho tiempo una visión sin sentido?

En realidad, quizá no haga falta ir tan lejos: lo raro, lo excepcional, lo frágil es la cordura. La cordura es una convención que la mente da por buena para poder sostenerse sin naufragar. Detrás de una convención solo hay otra convención. Nuestra perspectiva del mundo es un compromiso entre lo arbitrario y lo deseable: sus términos concretos forman parte del legado cultural. Así que nuestra mente, en su mayor parte, no es nuestra: ese es el precio que hay que pagar para mantenerla a salvo de la locura.

Habrá una frontera a partir de la cual el caos es intolerable. Podemos soportar un cierto grado de amenaza: más allá, el terror supera nuestras fuerzas. Asentamos nuestra seguridad en un mundo inventado: por eso es tan insegura. Los locos inventaron demasiado.

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