sábado, 17 de noviembre de 2018

Mestizos

Hay quien vive obsesionado por la pureza:
sangre limpia, cultura impoluta, devoción por la propia tribu que siempre pide impugnar ―que es temer― a los otros. Hay quien no ve personas, sino propios y extraños, siervos de un territorio y sus fantasmas, como si haber nacido en un sitio no fuera un mero accidente, y los antepasados hubieran vivido solo para llegar a uno.

Todos somos mestizos. Todos vivimos a caballo entre dos mundos (¡o más!), sintiendo el tirón y el rechazo de ambos. Todos hemos nacido en el país equívoco de las mezclas y las cosas impuras. La vida, como la canción, pide que la contaminen. Por eso deberíamos respetarnos y protegernos: porque en nuestra médula tiemblan todos los exilios. Porque, como aquel, procedemos de reyes, y fuimos conquistados y conquistadores. Porque todo es sangre, y siempre es roja.

Tenemos lo mejor y lo peor; pero sobre todo tenemos dignidad, y debería ser suficiente. Somos capaces de amar y de insistir: ¿cómo no vamos a entendernos? No todos nos querrán: basta con los que nos quieren, y con que nadie decida a quién hemos de amar. Se puede vivir aquí en medio: hagamos valer nuestra impureza. Que nuestros hechos hablen de nosotros, mientras a otros la genealogía despótica les roba la libertad.

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