martes, 6 de noviembre de 2018

Tradiciones y traiciones

Las tradiciones son hermosas mientras protegen la vida sin entorpecerla.
Las tradiciones, como los padres, son el crisol en el que nos forjamos, y del que tenemos que volar más tarde o más temprano para ser nosotros mismos. Las tradiciones se posan en nuestra identidad como el recuerdo amable de nuestra infancia, y llenan nuestra memoria de hondos estanques donde serpentea la evocación del misterio familiar de los antepasados.

Pero, como todo lo que nos define, las tradiciones pueden convertirse en una celda donde amarillea el temperamento que no puede volar. Como decía Rilke, la vida siempre tiene razón, lo cual es tanto como decir que la libertad está por encima de cualquier costumbre. La persona, el individuo ―su dignidad, su realización, su oportunidad para encontrarse con otros― siempre importa más que cualquier mitología, por divina que parezca, ya que no es más que una invención colectiva cocinada por el tiempo. 

Cuando las tradiciones nos separan y nos enfrentan, cuando sirven de coartada para aplastar a otros, cuando nos obligan a ser lo que no queremos ser, entonces son ya meros prejuicios, instrumentos perversos de la arbitrariedad. Tradición que es traición: por algo ambas palabras vienen de traditio, entrega; lo que se nos entrega y lo que nos entrega.

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