viernes, 14 de diciembre de 2018

Gente para todo

Hay gente que hace más fácil la vida de los demás, y va dejando a su paso una estela de bondad, como un perfume de armonía.
Es ante todo amable y comprensiva. Colabora, muestra buena voluntad, procura ayudar, no pide para sí más de lo que está dispuesta a dar; miente lo justo, casi nunca acusa, sonríe y a veces te da un abrazo.

Hay gente, en cambio, que nos complica la vida, que la hace más difícil y más amarga. Podemos hundirnos en ellos como en un pozo, confundirnos como en un laberinto, estamparnos como contra un muro. A duras penas pueden consigo mismos, así que se dejan caer en los demás. Ven maldad donde solo está su temor, culpa ajena donde ellos no se hacen cargo de sus responsabilidades. No necesariamente son malos, pero para prevenirse no dudarán en acusar a los demás. Matan la dulzura con su zumo agrio, mienten para no afrontar la verdad, niegan para adelantarse a lo que les puedan negar. Comprenden poco y perdonan menos.

Hay gente que es un jardín por el que pasear y gente en la que uno puede naufragar como en una galerna. Hay gente para todo, y no tengo nada en contra, pero, ¡qué a gusto se está junto a la fogata del bondadoso, y qué difícil es respirar entre los humos del infame!

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