martes, 15 de enero de 2019

Coraje

Mientras queda escapatoria, invoquemos ante todo la prudencia.
Para preservarse, mejor pecar de timorato que de temerario. Cuando las fuerzas no alcanzan, la retirada es virtud.

Pero si no queda otra que seguir adelante, si la huida no es una opción, lo que nos hace falta es coraje. Un valor inteligente, discreto, diligente y astuto. La prudencia, en ese caso, también es necesaria, pero en forma de estrategia. En el arte de la guerra, la prudencia consiste en la precisión a la hora de medir las fuerzas: atenerse a las debilidades, aprovechar muy bien las fortalezas; maniobrar sabiamente con lo que se tiene, procurando compensar lo que no se tiene.

Pero lo que en modo alguno puede escasear es coraje. Porque hace falta coraje para encajar las derrotas sin que nos derrumben, y para lanzarse a la batalla a pesar del miedo y la incertidumbre. Necesitamos coraje para que nos alumbre en la noche oscura, cuando todo lo demás nos abandone. Para no sucumbir compadeciéndonos. Para recordar que cada paso podría aproximarnos un poco más a la victoria. Por eso hay que insistir en él y apuntalarlo, incluso cuando estamos perdiendo, sobre todo cuando estamos perdiendo. Tener coraje ya es haber triunfado sobre nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario