martes, 22 de enero de 2019

Críticas razonables

Una crítica bienintencionada es un privilegio
. Una crítica rigurosa pero constructiva, exigente pero respetuosa, crea un vínculo virtuoso tanto para quien la emite, que reafirma sus propias ideas y colabora con el progreso de otros, como para quien la recibe, que encuentra en ella un espejo fiel en que mirarse.

Todos vivimos enclaustrados en nosotros mismos, limitados en la amplitud de visión por nuestras propias convicciones, a menudo rígidas y estereotipadas. Con la crítica ajena ganamos en la perspectiva que nos aportan unos ojos que están fuera y que por eso nos ven con mayor claridad (siempre que no los ofusquen sus propios prejuicios).

¿Por qué, entonces, nos inquieta tanto la crítica, por qué siempre nos fastidia un poco y nos pone a la defensiva? Porque tendemos a sentirla como un ataque y en consecuencia una amenaza a nuestro estatus. También a nuestra autoestima, que se funda en aquél. Ese temor demuestra la fragilidad de ambos, lo mucho que nos falta para querernos de verdad y para estar seguros de que nos quieren y nos reconocen.

Vale la pena escuchar las críticas, sobre todo cuando nos molestan: por lo que tienen de oportunidad para aprender, y, sobre todo, porque nos hacen más fuertes.

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