martes, 29 de enero de 2019

En tierras ajenas

Ando desde hace días impactado por un descubrimiento musical y poético:
la espléndida canción sefardí Arvoles Yoran por Luvias (así se escribe en ladino). 

    Magnífica y estremecedora, si se tiene en cuenta que entona el nostálgico lamento de los miles de judíos que en 1492 fueron expulsados de su tierra española, y condenados para siempre al exilio. «¿Qué va a ser de mí? En tierras ajenas me voy a morir».

Salvando distancias, todos somos exiliados, todos vivimos en tierras ajenas: en un mundo que pocas veces nos acoge y siempre nos duele, en un entorno que procuramos amar aunque nos parezca brutal y delirante. Todos fuimos expulsados, como en el símil platónico, de alguna altura perfecta que nunca existió, y que sin embargo añoramos como si continuara ahí, esperándonos. La vida hiere: a todos nos reconcome la nostalgia por la patria perdida, arrojados a la existencia como el desamparado Dasein de Heidegger.

Esa común condición de exilio debería estrecharnos más unos contra otros. Porque de lo que se trata es de resistir, y esa es otra lección que nos dan los sefardíes, que se reagruparon y conservaron su remoto idioma durante cuatrocientos años, para que hoy nos lo encontremos en tesoros como Arvoles Yoran por Luvias.

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