Ando desde
hace días impactado por un descubrimiento musical y poético: la espléndida
canción sefardí Arvoles Yoran por Luvias
(así se escribe en ladino).
Magnífica
y estremecedora, si se tiene en cuenta que entona el nostálgico lamento de los
miles de judíos que en 1492 fueron expulsados de su tierra española, y
condenados para siempre al exilio. «¿Qué va a ser de mí? En tierras ajenas me
voy a morir».
Salvando
distancias, todos somos exiliados, todos vivimos en tierras ajenas: en un mundo
que pocas veces nos acoge y siempre nos duele, en un entorno que procuramos
amar aunque nos parezca brutal y delirante. Todos fuimos expulsados, como en el
símil platónico, de alguna altura perfecta que nunca existió, y que sin embargo
añoramos como si continuara ahí, esperándonos. La vida hiere: a todos nos reconcome
la nostalgia por la patria perdida, arrojados a la existencia como el desamparado
Dasein de Heidegger.
Esa
común condición de exilio debería estrecharnos más unos contra otros. Porque de
lo que se trata es de resistir, y esa es otra lección que nos dan los
sefardíes, que se reagruparon y conservaron su remoto idioma durante
cuatrocientos años, para que hoy nos lo encontremos en tesoros como Arvoles Yoran por Luvias.

No hay comentarios:
Publicar un comentario