viernes, 22 de febrero de 2019

El amor como excepción

¿
Por
qué deberíamos esperar de los demás que se interesen por nosotros? ¿Acaso nos interesan ellos siempre? ¿Acaso nos resultamos siempre interesantes? ¿Acaso hay modo de merecer el amor?

El amor no ha sido hecho para esperarlo, sino para entregarlo. Uno es dueño de lo que da y esclavo de lo que espera. Ofrecerlo es cultivar la frondosidad de la vida con la nuestra, la grandeza de una fuerza vital tan desbordada que se vierte sobre el mundo. Recibirlo es una excepción que nos enseña gratitud.

Por otra parte, el amor no tiene por qué llegar como nosotros preferimos. La vida no se pliega a nuestros sueños, que siempre son infantiles y desmesurados. Todos somos un poco niños al desear, y por eso nos hace falta la lucidez, para mantener a raya las locas apetencias. El mundo no es el escenario de nuestros caprichos, ni siquiera de nuestras necesidades; está ahí por sí mismo: nosotros lo necesitamos, pero él no nos necesita. En general encontraremos en él frustración y resistencia; los más diestros aprenden a seducirlo para que de vez en cuando se ponga de su parte.

El amor va y viene como un niño jugando al escondite. Un invitado avaro e inconstante. Si nos elige, bienvenido sea; si no lo hace, también.

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