viernes, 15 de febrero de 2019

Malvados

Tal
vez Rousseau acertara en que no hay malos; pero sin duda hay malvados. Gente venenosa y canalla, entregada a hacer daño. Ciegamente, embistiendo como un buey rabioso. Hundiéndose en su propio barro que lo engulliría todo, y al que arrastran a quien pueden.

Porque de voracidad se trata, al fin y al cabo. Los malvados son seres que lo devorarían todo aunque nada los alimente. Incapaces de labrar un destino propio, lo parasitan a los otros, y de ahí extraen su fuerza, que a veces es enorme y que solo dedican a seguir destrozando.

Sus razones no son motivos, sino meras coartadas para la devastación. Pero, entonces, ¿hay algo que les dé verdadero placer? ¿Cuál es, en el fondo, su ganancia, si, como el cáncer, van labrando la ruina de quien les sostiene y sucumbirán con él? ¿Huyen acaso de angustias inimaginables? ¿Les alivia realmente hincar su daga en las heridas, aun haciéndoselo a quien lo merece? ¿O solo dañan para desentenderse de su propio malestar? ¿Serán crueles por un gusto morboso, o porque solo han conocido la crueldad? ¿Estarán simplemente locos? Puedo imaginar su modo de disfrazar el remordimiento, pero, ¿cómo eludirán su condición de miserables? Probablemente ni siquiera la admitan.

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