martes, 26 de marzo de 2019

Futuro

En el deseo subyace el dolor de lo que falta. Quien se acoraza en el deseo está condenado a no detenerse a saborear lo que ya tiene, hechizado por aquello de lo que carece, ese territorio tan vasto y tan difuso. El deseo nos despeña en la sima de un futuro sin alba en el que no acabamos de hacer pie.

Pero el deseo nos traiciona incluso cuando se cumple, pues la inquietud no halla en él más que opaca saciedad y amargo hastío. La felicidad, pues, debe estar en algún lugar entre el deseo y su realización, allá donde uno sigue en marcha y nada está acabado.

No podemos vivir sin sensación de futuro, pero tampoco relegar en él una satisfacción abocada a la prórroga perpetua. No podemos estar siempre esperando, porque la espera es un exilio. Hay que conseguir que el deseo nos dispare hacia el futuro sin expulsarnos del presente. Como dice J. A. Marina, necesitamos tirar de nosotros mismos desde el futuro concibiéndolo como proyecto. El futuro, que no existe, sería entonces la fuerza que fecunda el presente y lo lanza hacia delante. El futuro es la diana, el presente el arco tenso; nuestra vida es la flecha. Y la felicidad está en el arco que goza preparando y presintiendo, en la flecha que disfruta viajando y en la diana cuando se alcanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario