martes, 9 de abril de 2019

Amor fati e impulso fáustico

Ambos nos hacen crecer y nos pueden perder, ambos tiran de nosotros en distintas direcciones:
la aceptación incondicional frente al anhelo por experimentar todo lo que podemos ser… 

    El deseo y sus inconvenientes responden a lo fáustico; nos empujan al progreso y a la búsqueda, pero también pueden reducirnos a seres ansiosos. La imaginación explora lo fáustico, como dice Vargas Llosa, y tal vez a ello se deba nuestro insaciable apetito de ficciones; son un modo simbólico de tantear el viaje fáustico. Nos mantienen seguros y a la vez nos ayudan a sobrellevar la rutina, que es el campo minado del amor fati. Para Nietzsche, afirmar lo que es constituía la culminación del amor a la vida y a la realidad, y por eso nos quería dispuestos al eterno retorno.

En medio de todas estas inquietudes queda la pequeñez del hombre, la fragilidad de su vida, de su identidad y de su voluntad. ¿Se puede llegar a un compromiso que resguarde lo mejor de lo estable junto a lo mejor de la aventura? ¿Dónde puede residir el compromiso entre las fuerzas centrífugas y centrípetas? ¿Tal vez impregnando la rutina de pasión, como Nietzsche, y la aventura de prudencia, como Montaigne? Cada uno de nosotros es un campo de batalla de fuerzas enfrentadas: lo que cuenta es que sepamos darles el lugar adecuado.

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