martes, 21 de mayo de 2019

Estamos tocando el fondo

Lo glosaba Gabriel Celaya y lo cantaba Paco Ibáñez, en una poesía sobre la poesía, pero también sobre la lucha necesaria para conquistar el futuro.
 «Tocar fondo» es trágico y esperanzador: porque supuestamente se ha llegado a lo peor, y a la vez porque, precisamente por eso, solo queda lo mejor, si uno es capaz de merecerlo y conquistarlo.

De joven, escuchar esa canción me animaba por lo que tenía de esperanza, porque me hacía pensar que la angustia más terrible guardaba en sí la semilla de la mejora, que germinaría pronto. Pero lo cierto es que el progreso no sucede por sí mismo, que uno puede quedarse en el fondo toda la vida y que, en realidad, siempre se puede ir más abajo, siempre puede ser peor. La conclusión es que salvarse no suele venir solo, hay que conquistarlo: salvarse es una tarea sin garantías que hay que acometer constantemente, con pertinacia, con obstinación, con inteligencia, y también con modestia.

¿Salvarse de qué fondo? De la tristeza, de la impotencia, de la indignidad, del miedo… De lo que no queremos para nosotros ni para nadie. Hay cosas que no tenemos más remedio que aceptar, pero otras son inaceptables: cuando tocamos un fondo, es preciso nadar para ir hacia arriba, y solo nosotros podemos hacerlo.

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