viernes, 31 de mayo de 2019

Más madera

Prendo más Almenaras, discretas antorchas que puntean mi horizonte.
Alumbrando de razón la vida, que no la necesita. Para seguir indagando en su tejido, tan simple a ojos del tiempo, tan enmarañado desde nuestra insignificancia. Continuar haciendo preguntas y ensayando respuestas, con mayor o menor fortuna.

Mis Almenaras son la destilación paciente de los recovecos de mi existencia. De ellos quieren rescatar más el perfume que las razones, siempre tan ambiguas y huidizas. Se me ocurre algo que no me parece disparatado y lo recojo como lluvia en el desierto, para luego saborearlo calmadamente en los ratos de sed. Hay aguas más limpias y más sabias, pero estas son las mías.

Por lo demás, todos seguimos queriendo lo mismo: que la vida sea llevadera y, si es posible, gozosa. Pensar puede ayudarnos, pero, en verdad, no creo que mucho. No hay pensamiento que oponerle a un dolor insoportable. Y una alegría deslumbrante se basta a sí misma, no le hace falta pensar. La filosofía camina, peregrinando por esa vasta tierra de nadie, entre el sufrimiento inapelable y el gozo rutilante, y procura ponerles señales a las sendas buenas. «Filosofamos porque no somos felices», asevera Comte-Sponville. Para orientarnos, para guarecernos, para sembrar algo de alegría. Seguimos.

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