Cada nuevo paso, cada nueva persona, incluso cada objeto
incorporado a nuestra vida aumenta su complejidad. Porque a cada novedad vienen
adheridas otras muchas, la mayoría imprevistas e imprevisibles, incontrolables
y descontroladas. Si de algo puede servirnos pensar es para poner un poco de
orden en ese amontonamiento del mundo, diferenciando el grano de la paja.
La tendencia fractal de las cosas a la
complejidad no es un problema menor para nuestros proyectos. Uno va abriendo
puertas que llevan a otras, y así sucesivamente en un tránsito que se convierte
en laberinto. Llega un momento en que hay que negarse a abrir un portal nuevo,
al contrario, mejor cerrar algunos.
Hay quien dice que, para
encontrar un nexo entre dos personas cualesquiera, solo hacen falta unos pocos
eslabones intermedios. Eso sugiere la complejidad exponencial que nos llega con
cada nuevo conocido. Una actividad que empieza siendo más o menos manejable y
controlada empieza a evolucionar por sí misma y se ramifica en otras
inesperadas, hasta desvirtuar, incluso, la intención inicial. A menudo no se
puede volver atrás, y no queda más remedio que marcharse antes de extraviarse
en la maraña creciente. Pero a veces me pregunto si no será mi modo de no
acabar las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario