sábado, 10 de agosto de 2019

Sísifo cansado

Como le sucedía al cautivo Sísifo, mi vida es un péndulo
de dos circunstancias: el esfuerzo tremendo de subir la montaña, remontando piedras, con ilusión o al menos con esperanza; y la decepción de verlas rodar por la pendiente: esfuerzo vano, ladera desgarrada. 

    Esos dos momentos, que se preparan el uno al otro, son a la vez terriblemente independientes, y dan la impresión de corresponder a dos estados o personalidades distintos, con sus propios ritos y su propio lenguaje: la fase heroica y la fase depresiva. Durante el tránsito por una parezco no tener nada que ver con la otra, me posee en exclusiva. En la fase heroica soy todo inflación, energía y esfuerzo; no necesito filosofía ni refugio; me como el mundo. En la fase depresiva soy incapaz de moverme, me ensaño conmigo mismo y con los otros, abandono a medias mis proyectos y rumio y rumio en largas ausencias, derivas en blanco y escritos autocompasivos.

Así fui siempre. Pero diría que ahora ya no me dejo arrastrar tan fácilmente. Los años no me han hecho más fuerte, ni más sabio; sencillamente me han cansado: el péndulo no llega tan lejos en sus oscilaciones. Los extremos me resultan fastidiosos y poco convincentes: soy más escéptico con los entusiasmos y más flemático con las angustias. Sísifo ya no corre como antes.

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