viernes, 20 de septiembre de 2019

Estar de nuestra parte

A menudo estropeamos lo mejor que hay en nosotros, abandonándolo a la marea de lo peor. La lucidez cede a la obcecación, la inteligencia al prejuicio, el coraje al miedo, el entusiasmo al escepticismo. 

    Y es que lo malo siempre tiene más fuerza: el poder de la inercia, de lo que Sartre llamó la facticidad. Lo malo es lo que se da por sí mismo, si no hay nada que le lleve la contraria, como la piedra de Sísifo que rueda una y otra vez ladera abajo. En cambio, el proyecto humano siempre tiene que construirse a contrapelo de las inercias del mundo: por eso requiere insistencia y empeño, por eso cansa y desmoraliza, por eso a veces nos rendimos.

¿Cómo reprocharnos ceder a la tentación de lo fácil, si solo vivir ya es difícil y vivir es perder? No hay culpa en la capitulación. Sin embargo, no deberíamos quedarnos demasiado tiempo en nuestros cuarteles de invierno: la primavera vuelve siempre para llamarnos al intento, a nuevas batallas que traerán nuevas derrotas. No sé si es una grandeza o una miseria, pero no tenemos más remedio que volver al camino, nos lleve donde nos lleve. Aunque solo sea por defender lo valioso y fundar la dignidad. Quizá no cueste tanto, si estamos de nuestra parte; la recompensa es esa alegría de sentirnos vivos y capaces, de la que hablaba Spinoza.

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