sábado, 7 de septiembre de 2019

Poética

La sabiduría, si existe, tiene que ser poética.
Pues solo la poesía, que es lenguaje hechizado, permite captar los meandros inciertos de la verdad, su sutil evanescencia. Los poetas son visionarios que, mientras nos explican el mundo, lo inventan, y mientras le cantan, lo descifran. A fuerza de componer la belleza, nos la enseñan a los demás, pobres aprendices de la vida.

Quizá la belleza sea la única verdad absoluta, irrefutable. Cuando uno contempla un cuadro de Velázquez, un templo griego, una escultura de Miguel Ángel; cuando uno escucha una cantata de Bach o una sinfonía de Beethoven; cuando uno tiene la suerte de poder rendirse al asombro de la genialidad, se siente traspasado por algo que se basta a sí mismo para ser cierto. Parece que hemos llegado a la orilla del hogar, donde no hace falta ir más allá.

La poesía, además, sugiere más que revela, seduce más que impone, funda más que concluye. En la poesía nada queda cerrado, para que cada cual se mire en ella como en un espejo que siempre muestra lo mejor. Por eso, uno tiene la impresión de estar ante algo vivo, algo calidoscópico e inagotable. “Recuerde el alma dormida…” “Cerrar podrá mis ojos…” “A las cinco de la tarde…” ¿Dónde encontrar mayor hondura filosófica?

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