viernes, 27 de septiembre de 2019

Sonrisa y competencia

Según un estudio serio, la gente suele atribuir más competencia a una sonrisa discreta que a una sonrisa amplia.
Bien mirado se entiende: de quien nos ofrece un servicio esperamos que sea afable pero serio.

La sonrisa extensa, luminosa, desinhibida, nos fascina en los niños por su inocencia y su apertura incondicional, su felicidad fresca y aún no vulnerada. Sin embargo, en un adulto, ya consciente y bregado de afrontar la dureza de la vida, suena a bobalicón. Ya debería haber perdido la inocencia infantil, y un indicio de lo contrario despierta suspicacia, sobre todo si pondremos en sus manos la educación de nuestros hijos o la defensa de nuestros intereses. Demasiada severidad tampoco gusta, trasmite hostilidad o amargura.

Conste que el aire severo es una máscara como otra cualquiera. Un antifaz que hay que ponerse en el trabajo, pero que no se puede seguir llevando en la intimidad de la familia, donde se supone que podemos descansar de los roles sociales (al menos un poco, porque en casa también hay roles). Pero, del mismo modo que se espera de un jefe que vista con elegancia, también le corresponden unas determinadas maneras, entre las cuales se incluye la discreción en la sonrisa. Los lamas y los locos sonríen, pero su sonrisa no es de este mundo.

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