domingo, 1 de septiembre de 2019

Sujetos

Tal vez el invento más sofisticado del ser humano sea la noción de sujeto.
En la naturaleza no existen sujetos, solo individuos, es decir, cuerpos separados que se articulan unos con otros en ecosistemas.

Los posmodernos, con Foucault a la cabeza, han deconstruido al sujeto, mostrándonos que cuando desarmas una a una todas las piezas que integran a la persona ―su historia, su contexto, su hambre― no queda nada. O, mejor: queda un cuerpo, un individuo, pero vacío; una mera máquina. El dualismo cartesiano resuelto de un plumazo: no hay alma por ninguna parte.

Los posmodernos tienen parte de razón, aunque no nos guste. La identidad define al sujeto, pero para definir a alguien habría que explicarlo por completo, lo cual es inabarcable, o bien explicar su esencia, que no existe. La voluntad es lo que queda cuando quitamos todo lo que nos condiciona y nos limita, pero, ¿qué es lo que queda? ¿Acaso elegimos ser lo que somos? ¿Elegimos a quien elige? Eso compromete nuestra supuesta libertad, que sería otro atributo del sujeto. Y, sin embargo, la libertad existe, puesto que, aunque no podamos dar cuenta de lo que somos, ese algo que somos toma decisiones. Entre ellas, dotarse de identidad y de dignidad. Somos una nada que engendra sujetos.

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