Expresiva palabra para significar, según el María Moliner, «picazón u otra molestia semejante que no deja estar quieto», pero también «intranquilidad producida por el deseo de algo, la impaciencia, un
resentimiento, un escrúpulo o remordimiento de conciencia, etc.»
La cita es larga pero merecida. Casi todos
nuestros desvelos son comezones que no nos dejan estar quietos, que minan el
ánimo y le roban la serenidad. Tan necesarias ―porque vivir es no estarse
quieto― como perturbadoras ―porque la inquietud puede no dejar vivir―. Algo
despierta la comezón y ésta empieza su tarea de roer desde dentro, de picar
aquí y allá, y no para hasta que se olvida el asunto o la sustituye otra. A
veces son leves como una simple molestia que apenas notamos, pero en otras
ocasiones tiñen de desasosiego las madrugadas y las tardes de domingo, hasta
rayar la obsesión.
Hay que hacerse sabio
contra las comezones. Echar mano de todos los recursos de la alegría y la
serenidad, pero también de la lucidez, que pone cada cosa en su sitio. Las
comezones suelen desatarse por asuntos triviales, como una pequeña ofensa o una
tarea pendiente. Lo mejor es dejarlas estar, repetirse que no valen la pena y
dedicarse a cosas mejores. La mayoría se desvanecen por sí mismas, como las espumas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario